Se cumple un año de la tragedia de la Dana, que nos mostró la cara más amarga, cruel y despiadada de la vida. Los días siguientes, sin embargo, nos enseñaron la mejor versión del ser humano, despertando una ola de solidaridad y esfuerzo compartido como pocas veces se había visto.

En Andreu, nos pusimos en marcha enseguida y quisimos aportar nuestro granito de arena donando cerca de mil puertas, para ayudar a cerrar heridas, reconstruir vidas y recuperar, en lo posible, algo de esperanza para los miles de afectados.

Nunca podremos dar las gracias lo suficiente, a todos los voluntarios y profesionales que, llegados de todas partes, no dudaron ni un segundo en venir a ayudar, demostrando que la solidaridad no conoce fronteras y trayendo luz donde sólo había barro y oscuridad.

¡Gracias!